lunes, 30 de mayo de 2011

Tofu, la proteína china de moda entre los vegetarianos

En China los desayunos nunca se acompañan de leche o queso. En el país asiático las familias acostumbran a reemplazarlos por productos hechos a base de semilla de soja
El producto estrella es el tofu. Esta palabra fue utilizada por primera vez en 1182 en Japón, donde también se le conoce como "shiro" o "kabe". Sin embargo, sus orígenes se remontan a la antigua China, durante el siglo II a.c., y su creación fue probablemente accidental.

Desde entonces, los chinos consideran a la soja como uno de sus cinco granos esenciales y sagrados, junto al arroz, el trigo, la cebada y el mijo.

El tofu, que etimológicamente significa "cuajada de soja", es un producto fresco similar al queso pero que se obtiene después de cuajar la leche de soja.

Sin embargo, en un sentido más amplio, el tofu se refiere a una familia entera de alimentos que se derivan de éste como el tofu frito, el tofu prensado, el queso de soja a la plancha o ahumado, el tofu congelado y otros más de 40 productos que en China y en toda Asia tienen mucha más importancia que la carne o la leche.

Durante más de dos mil años, los chinos han comido tofu como un alimento diario. La cultura del queso de soja se basa en la nutrición, ya que está compuesto de proteínas y nada de colesterol, y en la apariencia captada por los sentidos y su permeabilidad para absorber sabores de otros alimentos, ya que es incoloro, inodoro e insípido.

Además, cada uno de los platos hechos con tofu tiene una interesante historia. El "Mapo tofu", por ejemplo, el plato más famoso de la provincia suroccidental de Sichuan, fue inventado de manera accidental durante la dinastía Qing (1644-1911) cuando a una mujer llamada Wen Qiaoqiao se le ocurrió guisar carne picada y queso de soja junto con una abundante ración de chile picante.

BUEN PRECIO

El plato gustó a todos sus vecinos y resultó ser un buen negocio no solo por su agradable sabor, sino también por lo asequible de su precio, características que lo mantienen como uno de los platos más famosos de China.

Pero además del "Mapo tofu", la cocina China tiene entre sus platos hechos con este alimento al popular "Chou doufu" o tofu maloliente, cuyas raíces también se remontan a la dinastía Qing, cuando Wang Zhihe, un joven de la provincia de Anhui, al este del país, probó el queso de soja que olvidó durante meses en un frasco y descubrió que tenía buen sabor.

El joven Wang, que había llegado a Pekín para pasar los exámenes imperiales de mandarín de la corte, tras probar el contenido del frasco, decidió poner una tienda de tofu y olvidarse de su carrera oficial.

El queso, que preservó con sal y ceniza espinosa china (unión de las cenizas cinco especias aromáticas) tras haber sido guardado por meses, tenía un color verde oscuro y una vez abierto el frasco olía muy mal, pero como era agradable al paladar, pronto se hizo famoso y llegó a formar parte del menú imperial de los Qing y, con los años, se popularizó.

En 1949, el gobierno municipal de Pekín reunió a los productores locales de tofu y fundó la fábrica de queso de soja maloliente "Wang Zhihe", actualmente la marca más conocida de tofu maloliente, uno de los olores característicos en las calles de China, ya que en muchos puestos callejeros se cocina a la barbacoa y se sirve en forma de pinchos.

Entre esta variedad de tofu fermentado se incluyen el fermentado de rosas o el picante, variedades que pueden verse en el museo de la compañía "Wang Zhihe", abierto el pasado año.

PARTE DE LA LEYENDA

El tofu, ingrediente por excelencia en la cadena alimenticia china, es además uno de los productos por excelencia durante el año nuevo lunar como parte de la leyenda china, que dice que en el primer día del calendario lunar (a finales de enero o principios de febrero) y a través de la preparación de varios platos hechos con tofu, el emperador del cielo reporta al Dios de la Cocina el comportamiento anual de todas las familias.

Según la leyenda, durante la víspera de año nuevo, el Emperador del Cielo desciende sobre el mundo terrenal y visita todos los hogares. Las familias, por su parte, le dan la bienvenida haciendo diversos platos de tofu, palabra que además en mandarín es homófona de "suerte inicial" o "buen augurio".

Como alimento, el tofú es además una excelente fuente de proteínas vegetales: media taza de queso de soja crudo contiene 94 calorías, mientras que 100 gramos de ternera tienen 331 calorías, media taza de leche 60 y cien gramos de queso 320.

A pesar de sus cualidades alimenticias, este alimento no fue conocido en el mundo occidental hasta 1603, con la edición de un primer diccionario de lenguas asiáticas editado en Europa, y fue el misionero dominico español destinado en China Domingo Fernández de Navarrete quien primera vez lo mencionó en la lengua de Cervantes en su obra "Colección de Viajes", publicada en 1665.

Su producción fuera de las fronteras asiáticas tardó dos siglos más en producirse, en concreto en Francia y en 1880, aunque sin objetivos comerciales.

Actualmente, China continúa produciendo semilla de soja, pero ya que su producción no logra abastecer su enorme demanda, países como Argentina, primer exportador mundial de este bien, con un 55 por ciento del mercado global, y Brasil, exportan soja y aceite de soja al gigante asiático.

DESTACADOS:

El tofu, que etimológicamente significa "cuajada de soja", es un producto fresco similar al queso pero que se obtiene después de cuajar la leche de soja.

• El tofu es además uno de los productos por excelencia durante el año nuevo lunar.
Según la leyenda, durante la víspera de año nuevo, el Emperador del Cielo desciende sobre el mundo terrenal y visita todos los hogares. Las familias, por su parte, le dan la bienvenida haciendo diversos platos de tofu, palabra que además en mandarín es homófona de "suerte inicial" o "buen augurio".

• Argentina se ha convertido en el primer exportador mundial de este bien, con un 55 por ciento del mercado global, y Brasil, exportan soja y aceite de soja al gigante asiático.




Fuente: Vanguardia.es
Autor: María Esther Chía / EFE
Fotografía: Tofu and Soba Noodles with Lemon Ginger Dressing / SteamyKitchen.com



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viernes, 20 de mayo de 2011

Infoxicación: atentos a todo... y a nada. Por Sergio Fanjul

'E-mails', redes sociales, el móvil... Recibimos una sobredosis de información que no es fácil procesar. La 'infoxicación' empeora la capacidad analítica, aumenta la ansiedad y conduce a decisiones erróneas
Recuerden cuando el mundo era (un poco) más tranquilo. Solo había un par de canales de televisión. Las cartas postales cuidadosamente manuscritas tardaban días o semanas en ir de una mano a otra. Los periódicos contaban lo que había pasado ayer. Y a los amigos los veíamos de tarde en tarde alrededor de la mesa de algún bar. Ahora, en cambio, vivimos en mitad de una avalancha. El acelerón de la tecnología ha provocado que la información nos bombardeé a discreción, sin piedad y en todas direcciones, y que el contacto con el prójimo se haga constante e instantáneo gracias al teléfono móvil, el e-mail y las redes sociales. Si antes mirábamos el mundo a través de la ventana, ahora miles de ventanas que se abren simultáneas y meten el mundo en nuestro ordenador. Esta nueva forma de existencia, hiperconectada e instantánea, tiene sus ventajas, claro está, pero también sus desventajas. El estrés, la ansiedad informativa, la confusión, la superficialidad o la falta de atención son algunos de ellos. "Infoxicación" lo llama el físico Alfons Cornellá, fundador de la consultora sobre nuevas tendencias Infonomía, "un neologismo que mezcla la información y la intoxicación. Se produce cuando la información recibida es mucho mayor que la que somos capaces de procesar, con consecuencias negativas".

"En el momento en que aun no has acabado de digerir algo, ya te está llegando otra cosa", dice Cornellá, "la entrada constante de información, en un mundo always on (siempre encendido), te lleva a no tratar ninguna información en profundidad. Cuando la información es demasiada todo es lectura interruptus. El fenómeno se desboca cuando todos pasamos a ser productores de información, y cuando los instrumentos para producirla son mejores que los instrumentos para organizarla y buscarla. Todos sabemos usar un procesador de texto, pero pocos saben buscar información de calidad con criterio". En efecto, hoy día la actividad es frenética: "Se calcula que entre el nacimiento de la escritura y el año 2003 se crearon cinco exaby­tes (billones de megabytes de información). Pues bien, esa cantidad de información se crea ahora cada dos días", informa el especialista en redes David de Ugarte. "La posibilidad de emitir información codificada se ha ido democratizando: primero como escritura, luego como imagen, etcétera. Piensa cuánta gente podía escribir un texto a principios del siglo XIX, o cuanta hacer una foto a principios del XX... Y compáralo con hoy".

Una información que, además, salta de un lugar a otro como pulgas en una sábana: en España se envían 563 millones de correos al día, según la consultora Contactlab, y cada español recibe, de media, unos 23 correos diarios que debe gestionar (en algunos casos llegan a cientos), y que ahora, además de en el ordenador, también recibimos en nuestros smart­phones (teléfonos inteligentes). Y eso sin contar lo que se cuela a través de redes sociales como Facebook y Twitter. Según la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), el 37% de los españoles se conecta entre 10 y 30 horas semanales. El 9% lo hace más de sesenta horas. Cada vez pasamos más tiempo en este mundo de los unos y ceros y menos en el de la carne y los huesos: "Las horas dedicadas diariamente al uso de aparatos electrónicos prácticamente se ha duplicado desde 1987, mientas que la interacción cara a cara caía desde unas seis horas a poco más de dos", según explica José Antonio Redondo en su libro sobre redes sociales Socialnets (Península).

Y todo esto cansa a la mente. El psicólogo David Lewis creó el concepto de Síndrome de Fatiga Informativa (information fatigue syndrome), en su informe Dying for information? (¿Muriendo por la información?) elaborado para la agencia Reuters. Se da en personas que tienen que lidiar con toneladas de información procedente de libros, periódicos, faxes, correos electrónicos, etcétera, y que, según Lewis, provoca la parálisis de la capacidad analítica, ansiedad y dudas, y conduce a malas decisiones y conclusiones erróneas. Dos tercios de los 1.300 profesionales entrevistados por Reuters achacaron al estrés producido por manejar altos flujos de información daños en sus relaciones personales, baja satisfacción laboral y tensión con sus colegas. "El exceso es más perjudicial que provechoso", opina Jorge Franganillo, profesor de Información y Documentación de la Universidad de Barcelona.

"Durante siglos hemos asociado más información a más libertad. Sin embargo, hoy día, no por tener más donde elegir tenemos más libertad ni estamos más satisfechos. La información es imprescindible en la vida moderna, pero en exceso es asfixiante y resulta difícil de procesar. Al final, más es menos". Nos puede incluso hacer menos productivos, como observó el psicólogo británico Amir Khaki, de AK Consulting, estudiando el comportamiento de un grupo de ejecutivos: la consulta continua de la BlackBerry aumenta el estrés y reduce la productividad. Uno de los sujetos del estudio tardaba el triple de tiempo en rellenar impresos comunes por la constante distracción de su teléfono inteligente. "La presión que provoca la sobrecarga informativa retrasa decisiones importantes o hace que se tomen medidas sin la suficiente reflexión. Y causa también una fricción informativa que dispersa la atención y aumenta la fatiga. La energía física e intelectual que consumimos para obtener la información correcta se desperdicia si no hacemos algo útil con ella", dice Franganillo. Y, por mucho tiempo que invirtamos, siempre tenemos la impresión de que se nos está escapando algo. "Esta sobreabundancia hace que pocos elementos de entre todo ese mar resalten y queden fijados a nuestra memoria, que hoy se encuentra medio perdida al no poder atar datos con situaciones y lugares concretos.Muchas cosas pasan desapercibidas, miradas sin ser vista", dice Roberto Balaguer, psicólogo especialista en Internet.

Superficialidad

La superficialidad es otra de las posibles consecuencias del maremagno actual, como señala el autor Nicholas Carr en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus), de reciente aparición. Carr, licenciado en Literatura, advirtió que su capacidad de concentración en la lectura de textos largos era cada vez menor. La causa: su actividad multitarea, atento a la vez a la web, el Twitter, el teléfono, el Skype, el Facebook... "Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa", declaró en una entrevista a Bárbara Celis en EL PAÍS. "La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Por supuesto, Carr cerró sus perfiles en las redes sociales.

No todos son tan pesimistas. "Mi hijo juega mucho al Call of Duty (un frenético videojuego bélico). Puedo pensar que está perdiendo el tiempo, o incluso que está enganchado, o pensar que se está preparando para un nuevo mundo donde los estímulos serán mayores, y la información más cambiante. El mundo que viene probablemente sea más parecido a Call of Duty que a Guerra y paz", opina Xabier Carbonell, profesor de Psicología en la Universidad Ramón Llull. "No creo que sea un problema, sino cuestión de aprendizaje. Fíjate, mi madre me decía '¿cómo puedes estudiar con la radio puesta?'. Y compáralo con todo lo que hay ahora... La tecnología está produciendo un cambio cognitivo importante". Cada vez somos más multitarea y esto es irreversible. "Son las habilidades que, por otro lado, cada vez valora más el mercado laboral: empleados que tengan esa habilidad de gestionar en contextos de saturación de información", coincide Fernando Garrido, del Observatorio para la Cibersociedad. ¿Cómo gestionar esta cantidad ingente de información? La respuesta es obvia: tomándonoslo con calma. Desconectándonos un rato: apagar el ordenador, la televisión, silenciar el teléfono.

Ahondar en el trato humano y pausado. Adoptar un hobby alejado de los gadgets tecnológicos. Salir a la calle. "Algunos médicos han indicado las siestas como una manera de contrarrestar la neblina digital de la sobreinformación", sugiere Balaguer. "No dedicarse a leer y contestar el correo en cualquier momento, sino solo a determinadas horas de la jornada laboral, de manera que sea una parte de tu agenda y no te interrumpa constantemente", recomienda Redondo. Y eligiendo solo lo provechoso. "La avalancha de información que se puede gestionar mejor si establecemos prioridades. Hemos de tener claro qué temas nos interesan, centrar la atención en pocas áreas y procurar que sean lo bastante concretas. No se puede pretender estar al día de muchos temas o de temas demasiado amplios: ya en 1550 el teólogo Juan Calvino se quejaba de que había tantos libros que ni siquiera tenía tiempo de leer los títulos", dice Franganillo. Como apunta Cornellá: "Hay que escoger muy bien las fuentes de información. Dedicar parte del mejor tiempo del día a la información de calidad. Cuanta más de esta manejas, más capaz eres de discriminar que lo que tienes delante es pura basura. La buena información, la relevante, desinfoxica".




Fuente: ElPais.com
Autor: Sergio Fanjul


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