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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Comer menos carne salva vidas

Un estudio reciente en el Reino Unido determina que 45.000 vidas podrían salvarse si se ingiriera menos este alimentoSegún la organización Friends of the Earth (Efo), más de 45.000 vidas al año podrían salvarse si todo el mundo se decidiera a no comer carne más de dos o tres veces a la semana.

Adoptar dietas alimenticias pobres en carne haría que 31.000 personas dejaran de morir prematuramente por causa de enfermedades del corazón, otras 9.000 de cáncer y 5.000 más de derrames cerebrales, según un reciente análisis de los hábitos alimenticios de los británicos que ha realizado el doctor Mike Rayner, experto en salud pública.

Una reducción considerable del consumo de carne ahorraría alrededor de 1.370 millones de euros al National Health Service, el Sistema Nacional de Salud del Reino Unido, y contribuiría a reducir el cambio climático y la deforestación de Sudamérica, donde se están talando los bosques tropicales para cultivar forraje para animales y pastos para la cría de ganado vacuno que luego se exporta a Europa, asegura el informe.

Comer carne de un modo excesivo, en especial carne elaborada industrialmente, es perjudicial para la salud porque su ingestión posiblemente implique el consumo de más grasas animales, grasas saturadas o sal que la ingesta oficialmente recomendada, según Friends of the Earth.

La organización no está sugiriendo que se deje de comer carne por completo sino que insta a la población a no comer carne más de dos o tres veces a la semana, con una ingesta semanal que no exceda de los 210 gramos en total, el equivalente a media salchicha al día. La media de ingesta de carne a la semana se sitúa entre siete y diez raciones de 70 gramos cada una.

Adoptar estos hábitos salvaría 45.361 vidas al año, según la investigación realizada por Rayner y sus colegas en el seno del grupo de investigación de fomento de la salud, perteneciente a la Fundación Británica del Corazón de la Universidad de Oxford.

Los investigadores han calculado que pasar a comer carne un máximo de cinco veces a la semana evitaría 32.352 muertes, mientras que fallecerán otras 2.509 personas más al año en el 2050 si continúan los niveles actuales de consumo de carne.

Cada año se producen 228.000 muertes por culpa de tres afecciones en las que la ingestión de alimentos ejerce un papel protagonista: las enfermedades del corazón, los derrames cerebrales y los cánceres relacionados con el régimen alimenticio como, por ejemplo, el cáncer de colon.

"No es necesario que nos hagamos vegetarianos para velar realmente por nosotros mismos y por nuestro planeta, pero sí es necesario que reduzcamos el consumo de carne", ha manifestado Craig Bennett, director de política y campañas de Friends of the Earth.

El profesor Steve Field, presidente del Council of the Royal College of General Practitioners [Consejo del Real Colegio de Médicos de Familia], se ha mostrado de acuerdo en que "no se debería dejar de comer carne, pero sí se debería comer menos, especialmente carne elaborada industrialmente, debido a su contenido en sal y en grasas saturadas, y comer más frutas y verduras".

Rachel Thompson, subdirectora del World Cancer Research Fund [Fondo Mundial de Investigación del Cáncer], ha comentado que "estas cifras vienen a reforzar lo que hemos estado diciendo acerca de las carnes rojas y de elaboración industrial, esto es, que hay pruebas convincentes de que aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de colon, el tercer cáncer más generalizado en el Reino Unido. El Fondo recomienda comer no más de 500 gramos de carne roja a la semana y evitar la ingestión de preparados cárnicos como, por ejemplo, panceta, jamón y embutidos".

Jen Elford, de la Vegetarian Society [Sociedad Vegetariana], ha añadido que "por supuesto, menos carne es mejor que más carne, pero no podemos abordar la magnitud de los problemas medioambientales y de salud que afronta la sociedad si no renunciamos de forma masiva y generalizada a las proteínas animales".

Los productores de carne han criticado el informe. "La inmensa mayoría de los consumidores ya comen menos de la cantidad de carnes rojas que se recomiendan por término medio", afirmó Chris Lamb, de BPEX, organización que representa a 20.000 productores de cerdo en Inglaterra. "Es excesivamente simplista afirmar que el cambio de un único elemento de un régimen alimenticio puede tener un resultado tan espectacular”.




Fuente: Observa.com.uy / ElMundo.es / Guardian.uk.co

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lunes, 14 de junio de 2010

¿Aún son válidas las leyes de animales limpios e inmundos? Por Ángel Manuel Rodríguez

Algunos eruditos adventistas estudiaron la ley de animales limpios/inmundos logrando interesantes resultados. Junto con darlos a conocer, añadiré mis comentarios personales.

1. Levíticos 11 es única en la Biblia

De acuerdo con el ritual de Levítico, lo inmundo tiene dos características básicas. Primero, la condición de inmundo se adquiere por el contacto directo o indirecto ya sea con sangre, cuerpo muerto o esqueleto, etc.. Segundo. Este tipo de impureza se podía eliminar valiéndose de una ceremonia apropiada para esa finalidad, razón por la cual se la denominaba ritual de la impureza. No guardaba relación con las impurezas de los animales inmundos... continúe leyendo en ADVENTISMO / OJO ADVENTISTA, haciendo clic aquí.

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lunes, 15 de febrero de 2010

Refrescos y gaseosas aumentan el riesgo de padecer cáncer de páncreas

Las personas que toman dos o más refrescos con azúcar por semana tienen un riesgo mayor de padecer cáncer de páncreas, un tumor inusual pero mortal, dijeron investigadores el lunes.
La gente que bebía más jugos de fruta que refrescos no tenía el mismo riesgo, según mostró el estudio, realizado con 60.000 personas en Singapur.

El azúcar podría ser el responsable, pero quienes toman refrescos azucarados regularmente tienen otros hábitos poco saludables, dijo Mark Pereira, de la University of Minnesota, que condujo el estudio.

"Los altos niveles de azúcar en los refrescos podrían incrementar el nivel de insulina producido en el cuerpo, lo que creemos que contribuye a que las células de cáncer de páncreas crezcan", dijo Pereira en un comunicado.

La insulina, que ayuda al cuerpo a metabolizar el azúcar, se produce en el páncreas.

En un artículo en la revista Cancer Epidemiology, Biomakers & Prevention, Pereira y su equipo dijeron que habían seguido a 60.524 hombres y mujeres en el Estudio de Salud Chino de Singapur durante 14 años.

En ese tiempo, 140 de los voluntarios desarrollaron cáncer de páncreas. Aquellos que bebían dos o más bebidas a la semana tenían un 87 por ciento más de riesgo de contraer el tumor pancreático.

Pereira cree que el descubrimiento sería aplicable en otros lugares.

"Singapur es un país rico con un sistema sanitario excelente. Los pasatiempos favoritos son comer y comprar, así que los descubrimientos deberían ser aplicables a otros países occidentales", dijo.

Pero Susan Mayne, del Centro de Cáncer de Yale, en la Yale University, en Connecticut, fue prudente.

"Aunque este estudio encontró un riesgo, el descubrimiento estuvo basado en un número relativamente pequeño de casos y sigue sin estar claro si es una asociación casual o no", dijo Mayne, que trabaja en la revista, publicada por la Asociación Americana de Investigación del Cáncer.

"El consumo de refrescos en Singapur fue asociado a otros comportamientos adversos para la salud como fumar o ingerir carne roja, que no podemos controlar con precisión", agregó.

Otros estudios vincularon el cáncer de páncreas con la carne roja, especialmente la quemada o carbonizada.

El cáncer de páncreas es uno de los tipos más mortales de cáncer, con 230.000 casos a nivel mundial. En Estados Unidos, a 37.680 personas se les diagnostica cáncer de páncreas cada año y 34.290 mueren por la enfermedad.

La Asociación Americana del Cáncer dice que un cinco por ciento de las personas que padecen este cáncer tienen una tasa de supervivencia de cinco años.

Algunos investigadores creen que ingerir altos niveles de azúcar podría favorecer ciertas formas de cáncer, aunque las pruebas han sido contradictorias. Las células cancerígenas usan más glucosa que otras células.

Una lata de refrescos de 355 mililitros contiene unas 130 calorías, casi todas ellas de azúcar.

Fuente: Reuters
Reporte: Maggie Fox / Washington
Tradución: Rafa García de Cosío.

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domingo, 30 de agosto de 2009

Comer o no comer carne, he ahí el dilema. Por Xavier Bayle

Cuando una mañana de abril, viendo unas fotos de los pollos criados en factoría, decidí hacerme vegetariana la mayoría de las personas que me conocían, sabedoras de mi obsoleta gran pasión por el consumo de carne y de todo el universo relacional generado alrededor de ello, se mosquearon; vaticinando que duraría poco, y no dando importancia de mi postura, me insultaron. Lo cual me indignó, pero también me tranquilizó dado lo fácil que me había resultado enfrentarme a mi misma atribuyéndole a la razón un peso más sólido que a la educación y la costumbre.

Hacerme vegetariano fue, como digo, una clara postura ética de "yo no participo", además de las otras ventajas que tiene; y en base a ese criterio, fui discreto a la hora de enarbolar argumentos en pro de mi postura, sencillamente me limitaba a comer sólo vegetales. Pese a lo cual no pasa día que las mentadas personas me recuerden que "un día fui", aunque ya no sea. El peso de la culpa. El famoso peso de la culpa. Aunque ya mis defensas no sean que "quién mejor que yo para saber lo que me pierdo", las delicias de los miembros seccionados en mi plato, los órganos cocidos... Si acaso, en un supuesto, jamás hubiera yo probado la carne, también me dirían que "qué se yo acerca de lo que me pierdo". Respuestas ridículas las hay a montones.

He dicho antes lo de la educación porque, más que biología o fisiología, nuestras costumbres ultraomnívoras (y homonívoras, ya dicho de paso ) entiendo que forman parte de un sistema educativo demasiado miope y poco imaginativo, que se limita a vomitar, con ligeros cambios de forma y modo, las lecciones aprehendidas desde pequeñas. Nuestra cotidianeidad rota en torno a una serie de movimientos más o menos programados por nosotras mismas, con un más o menos libre albedrío; y otras actitudes "preprogramadas", de un modo subliminal o evidente, por el sistema social imperante.

Para quienes llevar o dejar de llevar a cabo el culto gastronómico del consumo de cárnicos, supone una toma de conciencia o un posicionamiento vital, evidentemente también les supone una carga o descarga de conciencia ética. Quiero decir que, incluso las más acérrimas carnívoras y piscívoras , las que defienden a ultranza este modo de vida, lo hacen, en cierto manera, intuyendo tal vez en ello una incorrección. Me explico.

La carne no es necesaria para vivir. Es un hecho. La ingestión de peces tampoco es precisa. Partiendo de esos parámetros -avalados a su vez por centenares de millones de personas que en el planeta no pueden / quieren comer animales-, los argumentos entonces tienden hacia el mito del hombre cazador y el fantástico desarrollo del cerebro gracias al sangriento festín de nuestros antepasados. Esta leyenda no hace sino atribuirnos cualidades de predadoras que, al margen de su veracidad, nos encantan y nos fascinan; pues hoy día no llegamos más que a tristes predadoras pasivas en una sociedad encargada de maquillar el dolor ( y causarlo), disimular la muerte ( y matar ) y disfrazarlo todo de sonrisas tipo anuncio dentífrico. Y siempre es atractivo denominarnos "peligrosas", pese a que nuestro destino sea ser depredadas por la religión de la moneda en curso. Además el aumento de volumen cerebral ha traído consigo la incapacidad de predecir la lluvia, la bomba atómica, la ignorancia de lo importante y el amazacotamiento en el pensamiento único de nuestra insigne sociedad global. Amén de otras carencias más.

Pero si la carne supiera, por ejemplo, a excrementos de perro, y si, pongamos, el pescado fuera amargo como la hiel ¿ tanto defenderían esas personas su consumo ?. sin duda alguna: no. Se interrumpiría inmediatamente la matanza, pese a las supuestas maravillas que conlleva. En conclusión: comemos agonía porque nos encanta rendir pleitesía a nuestros sentidos a cualquier precio; nos hemos enamorado de la gastronomía hasta tal punto que -es una hipótesis de exposición-, si mañana en nuestras tiendas, con el consenso y la legitimidad de la ley y la aprobación de la sociedad, pudiéramos comprar carne de niña, tal vez la consumiríamos. Aunque sólo fuera por probar. Yo les puedo garantizar que muchas personas lo harían. Claro está, siempre que su precio fuese asequible y se ocultara pertinentemente el sacrificio. Para quienes creen que exagero y que es un despropósito mi aseveración deberían informarse de que, hoy en día, existen personas del primer mundo que han comido y comen carne humana con cierta cadencia.

Pero no quiero establecer un debate acerca de morbo o exponer la problemática ética de la antropofagia, pretendía solamente acentuar la disposición social hacia la satisfacción y el hedonismo. Cuanto más oprimidos nos encontramos por las reglamentaciones y los dispositivos sociales, tanto más nos arrojamos a la exigencia de nuestro derecho y nuestro deber de carpe diem, de gozar la "vida loca" y de bautizarnos con el título de "amas y señoras" del mundo, y aún del universo, porque ya es sabido que "ser humano" es sinónimo de vanidad. Es tal nuestro amor por nosotros que ya ni siquiera nos importa si la carne y el pez provocan infartos, invitan a los tumores o acumulan mercurio en nuestro cuerpo, porque nos compensa arrojarnos ciegamente al placer inmediato de saborear un pedazo de carroña convenientemente guarnicionado. El ser humano es, además, tremendamente resistente a la razón y notablemente impermeable a la lógica y a la sensibilidad.

Destruidos los conceptos de macho cazador y de impiedad; destruida la supuesta supremacía que proporciona un cerebro -dicen- evolucionado; destruido el argumento sobre la salud del consumo de cadáveres...¿ qué queda ?: la autosatisfacción. Somos culpables de irresponsabilidad, cómplices de asesinatos en el nombre del más puro placer y, por supuesto, enemigas de los equilibrios que la naturaleza guarda para sus componentes.

Hemos destruido esos equilibrios, por ello el ser humano camina hacia su extinción. ¿Exagero de nuevo?

Para las amantes de las cifras se ha calculado que necesitaríamos dos planetas y medio para satisfacer nuestras ansias de complacencia de un modo "sostenible". Habida cuenta que sólo "poseemos" uno, su fin está más que garantizado. Incluso las más compulsas homocéntricas deberían comprender qué tipo de legado dejamos en herencia a las generaciones venideras. Somos un cáncer que se extiende profunda y dolorosamente en su irreflexión.

La solución que proponen las más radicales consiste en el suicidio colectivo, lo cual encuentro un poco improbable y -eso sí-, exagerado, dado que todos los seres vivos tendemos a querer seguir estándolo, y es anormal lo contrario ( exceptuando el tema de la eutanasia ). Bastaría con aprender a vivir, amar la vida y amar incluso lo que no nos ama porque no sabe o no puede hacerlo. Dado que amar a lo que nos ama es amarnos a nosotras mismos, y sería regresar de nuevo a la autocomplacencia. Las soluciones son muchas, pero he entendido, priorizando la reflexión a la satisfacción física, que comer o no la carne de las demás es un camino indiscutible de equidad, justicia y belleza.


Fuente: HazteVegetariano.com
Autor: Xavier Bayle, artista español (Barcelona, 1969-). Activista y defensor de los derechos de los animales (en especial contra la corridas de toros). Durante dos años ha vivido en Polonia. Su trabajo abordan los problemas que afectan a los seres humanos y animales.

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